Niñez. Es tan efímera. Me es dificil recordar capitulos de infancia, no porque haya carecido de ella, sino por que los recuerdos se van borrando con el tiempo, asi como las fotografías se van deteriorando. Ahora solo me queda vivir esa infancia perdida a través de otros niños, por que ellos me muestran detalles de la vida en los que no me fíjo, y cosas que no me atrevería a pensar.
Correr sin sentído, sonreír con extraños, esconderse cuando recién se ha hecho una travesura, arrancar el pasto y tirárselo al compañero; saborear un helado en un día caluroso. Cuando un niño hace todo eso revivo esos episodios momentáneamente.
¿A quién no le gustaban los helados de carretilla? Aquellos que, en su mayoría de veces eran pregonados puntualmente a la hora de salida de la escuela por una campana. O aquellos anunciados en un altavoz por el "camión de los helados", aquel que tocaba la canción "Turkey in the Straw" de 1946 y que ofrecía algunos de los sabores que en él se encontraban: -"...fresa, chocolate, ron con pasas, arcoíris, a solamente un quetzal. Llegaron los helados..." era más o menos lo que el narrador anunciaba, y rápidamente le pedíamos un quetzal a nuestros papás para comprar un delicioso helado, claro está, si lograbamos alcanzar al camión.
Si mi memoria no falla ni omite información, entre los tipos de helados que se vendían están: el vasito (de vainilla, fresa o chocolate), los sandwiches, la morenita, la pachuca, los topolinos (con sabores frutales)... y los que se vendían en tiendas pero no menos deliciosos: helados de frutas con crema, cuquitos, y cualquier otra clase de fruta licuada y congelada en bolsitas.
Es triste pensar que algunos de estos sabores ya no se producen, pero al menos permanecerán en nuestras mentes por mucho tiempo. Limpio mis lágrimas pensando que un niño siempre será de ayuda para recuperar aquellas memorias que se han desvanecido, parcialmente o por completo.
Esa infancia que nunca regresa.
(Fotografía: Alberto López, Modelo: Marco Daniel)