![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjBvqs65D0vvSIhPEaVspTap4HFU2-qO6yF2Mwh0i9rjbkFocQn6HUN7bVnh2PoaOtRX0jqwxzRkK9Ubvupr4BCD1VNT4aE0d8E-nd2jHY6dJw1ylxP0dYSqIQizL8m5n-R36p_WHMAbeTE/s400/Plus-.JPG)
(
"Plus", Luisa de Ayau)
Rodrigo y Paco estaban sentados en una banca, burlándose de la gente que caminaba en la avenida; de como las parejas se besaban pasionalmente y sin vergüenza alguna, de esos matrimonios que fingen felicidad de la mano de sus dos o tres hijos presumiendo un aire burgués; de esos pretenciosos que desean ser el centro de atención, todos mal vestidos, con el celular en la mano y bolsas de almacenes de ropa cara. Ahí estaban los dos, burlándose de toda esa gente, pretendiendo ser simplemente amigos y muriéndose por besar el uno al otro.
Ambos jóvenes, de buen parecer y con una carrera ya casi finalizada, parecían ser un excelente partido para cualquier señorita. No podían dejar de mirarse, se deseaban con tanto ardor que era una tortura esperar a que ambos estuvieran solos. Cada gesto era una invitación al acto sexual. Aún así, existía una cierta incertidumbre entre ambos, aunque conocían sus rostros y sus nombres, no sabían con certeza a que se dedicaba cada quién. Únicamente sabían el horario del que disponían para verse. Esto como resultado de lo que Rodrigo le había propuesto a Paco, cuando en una ocasión éste comenzó a preguntar detalles de su vida personal.
-"Ya sé lo que necesito saber de vos, además, el misterio hace que el juego se vuelva más interesante". Fue lo que dijo Rodrigo a Paco, a lo cual éste no protesta.
Hemos de mencionar que no andaban en nada serio, pues aunque llevaban tiempo frecuentándose no se habían puesto de acuerdo si esa relación era algo "exclusivo". Ninguno había hecho esa incomoda pregunta, quizá por temor a una respuesta negativa. Todo lo que sabían era que estaban juntos y que podían llevar sus cuerpos al éxtasis total.
Dado que ambos carecían de un lugar privado tuvieron que recurrir a las incomodidades de un motel, pero, ¿estarían realmente incómodos?
Primero que todo debían evadir la pena de entrar juntos al lugar y soportar todas aquellas miradas de desdén de aquella gente que estaba alrededor. No había otra manera, además no tenían alternativa; sus cuerpos estaban al borde de la erupción y sus deseos eran tan inmensos que hubiese sido dañino reprimirlos.
Finalmente se encuentran solos, en un cuarto. Las paredes con papel tapiz de flores, una dura cama, sábanas de color beige y una lámpara que apenas alumbraba una porción del cuarto; pero ¿acaso les importaba?, el simple hecho de que nadie los viera era un logro remarcable.
Rodrigo (desabotonándose la camisa)
-Es bueno verte al fin, temo decir que no dispongo de mucho tiempo.
Paco
-No hay pena, también tengo que hacer. Me alegro bastante de poder verte; hace rato que no nos veíamos.
(Rodrigo calla)
El sitio es en verdad acogedor, me siento bien acá.
Rodrigo (riendo)
-El sitio es lo de menos, hablar es lo de menos, la actividad verbal es más agotadora que la física. Quiero que te desvistás.
Paco (recostándose en la cama)
Está bien, pienso que hablar no nos ha traído ningún beneficio hasta ahora. Ni siquiera somos buenos hablando.
Rodrigo comienza a desvestirlo rápidamente, como un depredador quitando la piel de su presa, con la boca. Paco muestra sumisión total. Rodrigo respira ahora en su cuello, deja caer el peso de su cuerpo desnudo sobre él. Paco desliza sus manos sobre la espalda de Rodrigo y siente como sus vellos se han erizado, como el sudor desciende poco a poco hasta llegar a sus glúteos. Rodrigo usa una de sus herramientas: los labios, con los cuales besaba a Paco con tanto ímpetu mientras lo sujetaba fuertemente con sus piernas. Paco se encontraba dentro de su prisión, pero desearía no salir nunca, es más, él mismo se hubiera puesto los grilletes. Aquello que le ataba tanto, que no sabía que era, lo obligaba a ser la víctima y soportar todo lo que daba placer a Rodrigo. Cruzan los dedos de las manos, sus piernas siguen entrelazadas y sus lenguas prueban el sabor de la piel; el sudor que emana de ambos.
Rodrigo sujeta las piernas de su compañero súbitamente, con rudeza, mientras Paco sujeta las barandas de la cama fuertemente. Paco cierra los ojos y espera la tortura; Rodrigo toma su cintura con firmeza y lo que ambos habían esperado tanto sucede: Rodrigo le clava su estaca. Eso que había estado inflamado a causa del estímulo que Paco producía en Rodrigo finalmente encuentra el lugar propicio para calmar todos sus ardores. Esta acción resultaba insoportable para Paco, el dolor era tan fuerte que provocó unas cuantas lágrimas en sus ojos, ese vaivén lo hacía sujetarse aún más fuerte de las barandas. Aquella sensación era como si algo le quemara por dentro, y el salir y entrar dejaba consigo una extraña sensación. Era irónico que eso que le causaba tanto dolor llevara como consecuencia un placer desmedido.
Pero a Paco no le importaba, le llenaba de satisfacción el hecho de ser sacrificado para que su cómplice alcanzara el éxtasis; el único que era capaz de torturarlo y matarlo. Rodrigo muerde sus hombros, aprieta sus piernas, sus gotas de sudor se mezclaban con las lágrimas de Paco, besa su cuello, se escucha su jadeante respiración y los suspiros desesperados de su amante. Los movimientos se ralentizan y finalmente la serpiente suelta su ponzoña, aquel líquido tibio producto del orgasmo de Rodrigo llena el cuerpo de Paco. Éste último aún con deseos y con energía roza sus órganos contra el abdomen de Rodrigo, sintiendo aquellos gruesos y húmedos vellos. Rodrigo lo rodea de besos, lo abraza fuerte y comienza a lamer todo su cuerpo, lo recorre con su lengua, toma sus piernas y lleva su boca en medio de ellas. Besa su virilidad hasta que finalmente suelta el néctar del placer. La tarea les resulta muy exhaustiva a ambos, y en un largo suspiro dejan que sus cuerpos se adormezcan.
Paco despierta, no tiene idea de qué hora es, se encuentra entre los brazos de Rodrigo. Con mucho cuidado se levanta para no despertarlo, se viste, toma sus cosas y sale del cuarto. Paga al encargado del motel y sin decir adiós corre hacia las frías calles de la ciudad. Recorre una distancia bastante grande y deja una llamada perdida en el celular de Rodrigo, quizás con el fin de despertarlo; deja caer su teléfono, lo piza con fuerza, con rabia, y deja los restos en un basurero. Ese teléfono era el único medio con el cual se podía comunicar con Rodrigo y a fin de cuentas, era lo único que conocía de él: su nombre y número telefónico.
Estaba convencido de que su pasión era tan grande que podía terminar perjudicándolo y no quería sufrir las consecuencias de un rechazo. Eran las 6pm, Paco se sienta en una banca, solo, mirando a un punto fijo, seguro de que; si la vida le permitía volverlo a ver sería por una razón. Se va.