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No sé si me perdí, no sé si lo que viví fue para bien o simplemente una conspiración de lo maligno. Casi me hundo; por poco no regreso a casa, he sido atraído como una polilla hacia las luces de la noche y seducido por los rincones donde no alumbran. Esas luces que se apagan momentáneamente pero que en el día permanecen fijas en mi mente, junto con los sucesos que he presenciado. También escucho risas, el sonido de botellas y vasos de vidrio y música a muy alto volúmen; pero también escucho gritos y el sonido de una ambulancia (que de lejos suena como gatos maullando).
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La noche es tan impredecible, especialmente cuando se trata de la "hora alta", nombrada así por brujos y espíritus nocturnos que esperan con ansia su llegada. Lo cierto es, que la oscuridad no discrimina y la piel no siente la diferencia cuando el cuarto esta oscuro. Algunas criaturas se despiertan al ponerse el sol y comienzan sus acitividades nocturnas; algo similar pasa con los humanos quienes aparentemente no saben distinguir cuál es la hora de ir a dormir.
Todo sucede cuando la penumbra cae, por eso camino sigilosamente por la calle, cuidando de no resbalar con lo que no alcanzo a ver.
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